Autor: Combariza Juan Felipe
Hasta hace una década, aproximadamente, el tratamiento de las neoplasias hematológicas se basaba únicamente en la quimioterapia y, en algunos casos, con radioterapia asociada. Por ejemplo, en los linfomas no Hodgkin se usaron diferentes esquemas con intensidad variable, pero ninguno pudo superar el tradicional CHOP, el cual era utilizado, prácticamente, para todos los linfomas sin distinción e sus diferencias histopatológicas. Al tener cada vez mayor entendimiento de la fisiopatología de las enfermedades hematológicas, se fueron desarrollando medicamentos dirigidos contra aspectos puntuales de la fisiopatología de las mismas. El primero en aparecer fue el imatinib, un inhibidor selectivo de la tirosíncinasa, que cambió la historia de la leucemia mieloide crónica por ser una terapia con una toxicidad mínima y con tasas de respuesta muy elevadas, incluso, con tasas de respuesta citogenética y molecular lo que raramente se había visto con medicamentos usados previamente como el interferón, la hidroxiurea o la citarabina. Este hecho lo convirtió en medicamento de primera línea para el manejo de la leucemia mieloide crónica.
Palabras clave: Neoplasias hematológicas quimioterapia radioterapia.
2007-04-11 | 1,117 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 10 Núm.1. Enero-Marzo 2006 Pags. 3-4 Rev Col Cancerol 2006; 10(1)