Autores: Valverde Regina, Turturici Mariana
Introducción Por muchos años el hombre ha intentado acelerar la cicatrización. Los egipcios y los griegos (2000 AC) ocluían las heridas con diferentes materiales (plumas, hojas, algodón, miel, telas, etc.) e Hipócrates, en su obra “Consideraciones sobre el tratamiento de heridas”, señalaba la conveniencia de estimular la formación de pus y sugería el uso de miel. Sus propiedades desinfectantes, analgésicas, antinflamatorias y cicatrizantes favorecen la reparación tisular. Otros aportes fueron la determinación del origen bacteriano de las fermentaciones (Pasteur, 1861) y la posterior introducción de los antibióticos (ATB). La cura tradicional o cura seca no es práctica, necesita cambiarse 2 a 4 veces por día, es difícil de fijar y limita la movilización. En contraposición, los apósitos para la cura en ambiente húmedo (productos que conservan la humedad en el lecho de la herida e interactúan con los tejidos dañados) mostraron grandes ventajas: en la década del 60, Winter comprobó que las lesiones cubiertas por una lámina impermeable curaban dos veces más rápido que las expuestas al aire y los estudios de Thomas Hunt demostraron que favorecían la angiogénesis; esta última es inversamente proporcional a la concentración de oxígeno del medio.
Palabras clave: Cura húmeda cuidado de la piel hidrocoloides cicatrización heridas apósitos bioactivos recién nacido.
2007-04-17 | 943 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 103 Núm.3. Mayo-Junio 2005 Pags. 232-243 Arch Argent Pediatr 2005; 103(3)