Agosto 14 de 1881. Presentación por Finlay del trabajo que lo inmortalizó

Momentos cruciales de la historia de la bibliografía médica cubana 1723-1958 

Autor: López Espinosa José Antonio

Fragmento

La mañana del 14 de agosto de 1881 se presentó en La Habana con indicios amenazadores de un ciclón que la rondaba. Los grandes chubascos obligaron a quienes acostumbraban jugar en la calle a la pelota a cambiar este entretenimiento por el del tradicional dominó. Los hombres de negocios charlaban acerca de posibles soluciones para subsanar las considerables pérdidas que les causaba la Ley de abolición de la esclavitud en Cuba, promulgada por el gobierno de España el año anterior. Algunos jóvenes se reunieron para hablar de la Junta General de la Asociación de Dependientes del Comercio, que se celebraba en horas de la tarde en el Casino Español, mientras otros esperaban ansiosos el comienzo del baile con orquesta organizado por el Centro Gallego. También había quienes pensaban en la puesta en escena de una buena obra teatral. Varias damas conversaban acerca de la fastuosa festividad religiosa de la parroquia de Nuestra Señora de Monserrate; y algunos habaneros seducidos por el romanticismo sentían gran complacencia con el anuncio de la última novela de Víctor Hugo, o disfrutaban la lectura de los poemas de amor de su preferencia. Mientras todo eso ocurría, la misma mañana del 14 de agosto de 1881, un hombre delgado de baja estatura, de frente amplia y rostro dulce, adornado con amplias patillas, asistió muy temprano a la misa de la capilla de Belén, sita en la calle Compostela y Luz. Consciente de la misión que se había propuesto cumplir ese día, ese hombre de 47 años de edad tomó luego su paraguas, un grupo de papeles y de revistas y, bajo lluvias más fuertes y continuas que las caídas durante la mañana, se dirigió al exconvento de San Agustín en la calle Cuba, en cuya planta alta radicaba la sede de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, que esa fecha celebraba sesión pública ordinaria. Después que se brindaron algunos informes sobre cartas y revistas y se abordaron varias cuestiones relacionadas con la medicina legal, ese hombre llamado Carlos Juan Finlay y Barrés se puso de pie, tomó en sus manos varios de los papeles que llevaba consigo y, con pronunciación pausada y algo defectuosa, dio lectura a un trabajo que lo inmortalizó, pues con él escribió el capítulo más brillante de la patología tropical y la página más hermosa de la medicina preventiva. En ese trabajo, presentado bajo el título de "El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la Fiebre Amarilla", el autor explicó la manera en que el Aedes aegypti propaga la enfermedad, al picar a personas infectadas, portar el agente patógeno e inocularlo luego a otros individuos. El doctor Finlay no se conformó con el simple enunciado de su teoría, pues dedicó todas sus energías a demostrarla y a divulgarla, según consta en los numerosos documentos que luego publicó al respecto. Convencido de la verdad de su hallazgo, propuso un plan completo de campaña profiláctica contra la fiebre amarilla, que si bien tuvo que esperar casi 20 años para su aplicación práctica, sirvió para reducir progresivamente las zonas de distribución de la terrible enfermedad, salvar cientos de miles de vidas, abrir al emigrante las regiones tropicales despobladas de América y borrar el mal de la faz de la Tierra.

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2007-04-24   |   1,076 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 15 Núm.4. Abril 2007 Pags. Acimed 2007; 15(4)