Autor: Schnitzler Eduardo J
En los tiempos modernos, el desarrollo tecnológico nos deslumbra cada día. A aquéllos que trabajamos en hospitales de alta complejidad no deja de asombrarnos la precisión y realismo de las nuevas imágenes u otros métodos diagnósticos. La continua carrera en busca de la mejor sensibilidad y especificidad se plasma cada día en nuevas publicaciones. A través de internet o por los medios de comunicación masiva se difunden cotidianamente nuevas alternativas diagnósticas o terapéuticas. Por cierto, nuestra vuelta a la realidad pesificada y la demanda sobre la contención del gasto enfrían algo el entusiasmo. Dudamos de todo, menos de nuestros diagnósticos operativos o del éxito de nuestra cirugía. Por supuesto, los médicos siempre publicamos nuestros éxitos, aunque sea en una Comunicación de un caso. Por otra parte, la cultura moderna niega la muerte, la oculta, trata de que pase desapercibida o al menos sugiere estar lejos de ella y mucho menos, se permite reflexionar sobre el tema. La sociedad alimenta también la ilusión de que la tecnología médica puede resolver todo o casi todo. El éxito de una cirugía o procedimiento complejo e infrecuente ganará la primera plana; sin embargo, su impacto social seguramente será discutible. La sociedad y muchos médicos se sorprenden ante la frecuencia del error en medicina. Es sin duda plausible que pongamos en evidencia nuestros errores y que la sociedad comprenda el problema. Descubierto el error podremos intentar estrategias para resolverlo o atenuarlo. La autopsia es un medio excelente para evidenciarlo y conocer la verdad.
2007-05-29 | 667 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 101 Núm.3. Mayo-Junio 2003 Pags. 163-164 Arch Argent Pediatr 2003; 101(3)