Autor: Gómez Gutiérrez Alberto
En Colombia hemos tenido, tal y como ha sucedido en otras latitudes, familias enteras que han sobresalido en áreas específicas del conocimiento. Es el caso de la familia Lleras. A partir de un ancestro educador, don Lorenzo María Lleras (1811-1868), se inicia una pléyade de científicos y escritores que son consecuencia de su propio ejemplo, pero también del afortunado encuentro genético y cultural que se forjaría con las fusiones familiares de los Lleras durante el transcurso de un siglo en nuestro país. Entronques con los Triana (de José Jerónimo), con los Codazzi (de Agustín), con los Pérez Manosalbas (de Felipe), con los Acosta (de José del Carmen) y con los Restrepo (de José Manuel). Esta mezcla de científicos en torno a la figura emblemática de don Lorenzo María, produciría al menos dos presidentes admirados por la mayoría de nuestros compatriotas y, como venía diciendo, varios hombres de ciencia con particular impacto en la medicina. De entre ellos escogeré, para este artículo, al bacteriólogo Federico Lleras Acosta, hito de la ciencia nacional. A finales del siglo pasado, inclinado por una profesión nueva en nuestro país, Lleras Acosta se había inscrito en la recién fundada escuela de Veterinaria, bajo la dirección del científico francés Claude Véricel. Este precursor de la ciencia animal colombiana había sido contratado personalmente en un pequeño pueblo del sur de Francia por el botánico de la Comisión Corográfica, don José Jerónimo Triana, tío abuelo del joven estudiante Lleras. Véricel se había educado en la antigua Escuela Imperial Veterinaria de la ciudad de Lyon, y se había graduado allí con honores en 1878, cuando ya el padre de la bacteriología, Louis Pasteur, había resuelto el enigma de la asimetría de algunos cristales, descrito el papel de las levaduras en la fermentación de la cerveza, refutado la teoría de la generación espontánea (abriéndole camino a la comprensión de los microorganismos como causa externa de la enfermedad y no consecuencia de ella), encontrado el principio microbiano de la fermentación del vino y del vinagre, y descrito las causas de la enfermedad del gusano de seda. Aportes, todos, de primer orden para la economía francesa del siglo XIX, y apenas el comienzo de una de las más prolíficas vidas en bien de la humanidad. Estos resultados fueron posibles gracias a la clara inteligencia de Pasteur, pero también al microscopio, el cual se había convertido en la principal herramienta de la investigación científica, y era ya el instrumento favorito de los veterinarios que indagaban sobre los motivos de la enfermedad en sus pacientes.
Palabras clave: Federico Lleras Acosta.
2007-06-05 | 1,211 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 41 Núm.3. Julio-Septiembre 2000 Pags. Univ Méd Bogotá Colombia 2000; 41(3)