A propósito de Kerala y Neuquén

Autor: Rípoli Mario

Fragmento

La lectura del trabajo de la Lic. Fernández induce algunas consideraciones relativas tanto al tema como al contenido. Se asiste a una llamativa eclosión de proyectos, programas efectivamente concretados y producciones intelectuales, referidos todos ellos a “modalidades alternativas de desarrollo” y su impacto sobre el nivel de salud. Esto se da como una consecuencia lógica de la imposición hegemónica de un modelo económico que ofrece, como producto inevitable (o necesario), pobreza y exclusión progresivas. Aparece entonces la disyuntiva de tomar estas acciones como tácticas coyunturales y temporarias de reducción de daños o como estrategias permanentes que, de esta manera, afirman fatalmente al modelo y condescienden con él. Es notable que en buena parte de las publicaciones, el indicador de nivel de salud más utilizado sea la mortalidad infantil (MI). Este indicador tiene mucha influencia sobre la expectativa de vida y es altamente vulnerable, con medidas sencillas y de bajo costo, cuando se parte de valores elevados. Esas características, acompañadas del alto tono emocional que el indicador tiene, hacen de la magnitud del descenso una meta alcanzable y presentable; sin embargo, resultaría más aceptable evaluar la diferencia entre el valor al que efectivamente se hubiere arribado y el más bajo registrado (y por lo tanto posible) en el mundo. Por otra parte, ¿es la MI un indicador de nivel de salud global? De ser así, el límite al que tendería la salud, como definición, debería ser la ausencia de muerte.

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2007-06-06   |   755 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 101 Núm.2. Marzo-Abril 2003 Pags. 83-84 Arch Argent Pediatr 2003; 101(2)