Autor: Ferreira Eugenio B
La práctica operatoria hace parte del arte del hombre desde la más remota antigüedad. Ella nació para atender la necesidad de reparar los traumatismos fÃsicos sufridos por los seres humanos en su vida diaria. Era ejercida por empÃricos dotados de habilidad manual, altruismo, coraje y dedicación al prójimo. Paulatinamente, surgieron nuevos conocimientos y nuevas habilidades que permitieron ampliar el ámbito de acción de los empÃricos. En realidad, estos artesanos no eran médicos y les era negado el acceso a las escuelas de medicina, situación que se fue modificando a partir del siglo XVI, cuando les fue posible realizar estudios anatómicos en cadáveres, hecho muy importante, conseguido gracias al prestigio de algunos operadores cercanos a la élite dirigente. Se iniciaba entonces una nueva era en que el conocimiento iba siendo incorporado a la habilidad del operador. Las etapas fundamentales del acto operatorio están restringidas a cuatro componentes: la diéresis, la hemostasia, la exéresis y la sÃntesis. Asà fue y asà será. Lo que se modifica continuamente es la forma de ejecución. Tomemos como ejemplo las maneras de realizar la hemostasia. Inicialmente la hemostasia era practicada por cauterización con metales calientes y, hasta Ambrosio Paré, con aceite hirviente. Actualmente se cuenta con recursos que promueven la hemostasia eficiente a través de noveles tecnologÃas, como el bisturà armónico. La necesidad sentida constituyó un estÃmulo y las soluciones surgieron como respuesta a estas necesidades que van ocurriendo en la práctica.
2007-07-12 | 1,064 visitas | Evalua este artÃculo 0 valoraciones
Vol. 22 Núm.2. Abril-Junio 2007 Pags. 76-77 Rev Colomb Cir 2007; 22(2)