Autor: Barceló Pérez Carlos
Es conocido que la salud es producto de la interacción entre nuestra biología y el ambiente físico, sociocultural y político en el cual vivimos y actuamos. Las causas sociales de la enfermedad se relacionan con aspectos de la justicia social y la equidad. No son evitables pero pueden ser cambiadas si hay voluntad política. Pobreza, exclusión social, precariedad habitacional, desnutrición, ambientes insalubres, conductas de riesgo, estilos de vida y deficientes sistemas de salud están entre las principales causas de enfermedad. Hoy día el peso de la marginalidad de grupos humanos se traduce en carga de enfermedad para la sociedad y los servicios de salud. El número de personas que viven en la miseria, estimados en 924 millones en el año 2000 –13% en Latinoamérica y el Caribe–, crecería a 2 billones en el 2030. El mundo entra al siglo XXI con problemas severos en cuanto a la satisfacción de las necesidades básicas de una población creciente, en un medio biogeográfico en sensible medida degradado por la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales, con ingentes retos más comprometidos en la distribución que en la producción de la riqueza e inequidades en el acceso a las oportunidades laborales, la atención médica, la educación, sacudido por guerras, desastres y crisis económicas que inciden en un desequilibrado hábitat humano. En el curso cíclico diario de las actividades regulares del individuo, la vivienda constituye un espacio de elevada vulnerabilidad para la salud humana, dada la naturaleza de las demandas elementales biológicas, sociales y psicológicas que el hombre satisface en sus espacios de facilitación de funciones, que le colocan en estado de mayor labilidad relativa. A esto se añade la concurrencia de exposición de grupos de riesgo –niños, ancianos, mujeres, incapacitados, enfermos– en muchos casos a ambientes residenciales integralmente insanos.
2007-08-09 | 1,284 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 45 Núm.1. Enero-Abril 2007 Pags. Rev Cubana Hig Epidemiol 2007; 45(1)