Autor: Sánchez Torres Fernando
El ejercicio de la medicina, en su forma más auténtica, vale decir, el acto médico, es fundamentalmente científico y humano. El proceso encaminado a curar o a aliviar al paciente, pone a prueba la preparación del médico, como también su capacidad recursiva, imaginativa, y su sentido de solidaridad. Comienza con una hipótesis diagnóstica basada en los sentidos del examinador -fase clínica-, que se comprueba a través de la tecnología disponible -etapa probatoria-. Viene después la prescripción, que está sustentada en las anteriores y tiene como finalidad mejorar al enfermo y de paso, producir satisfacción en el curador. La fase de prescripción requiere de un programa o plan previo: agentes terapéuticos, dosis, vías de administración y tiempo de tratamiento. Cuando son necesarias intervenciones quirúrgicas, habrá que planear la técnica correspondiente, sujeta a cambios e improvisaciones durante el mismo acto operatorio. Algunas veces los recursos con que cuenta el médico son insuficientes para darle solución al problema de su paciente. En tal situación se aconseja apelar al ingenio, si hay lugar a él, o al consuelo, actitud válida por ser humanitaria y paternalista, es cierto, pero que tiene sabor a derrota. Confío en que este corto preámbulo al relato de una de las experiencias vividas a lo largo de mi ejercicio profesional -inolvidable por lo atrevida y humana- sirva de explicación y justificación a lo ocurrido.
2007-09-13 | 789 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 54 Núm.3. Julio-Septiembre 2003 Pags. 185-192 RCOG 2003; 54(3)