Autor: Bello García Felio J.
Los programas de doctorado son relativamente recientes en Colombia y sólo se articularon formalmente como parte de la estructura de la educación superior con la Ley 30 de 1992. Aunque esta modalidad de estudio posgradual, que otorga el más alto título educativo, se ha venido reglamentando en nuestro país (decretos 836 de 1994, 2791 de 1994, 1475 de 1996, 2566 de 2003 y 1001 de 2006), aún no ha logrado alcanzar una cobertura significativa en las ofertas académicas que promueven la mayoría de las universidades tanto públicas como privadas. El hecho de que en relación con el resto del mundo en nuestro medio llegamos a desarrollar tardíamente este tipo de formación educativa no es algo fortuito: está en concordancia con las características sociales, económicas, culturales y políticas de la nación colombiana. Aunque el propósito de la presente nota editorial no es establecer un profundo análisis –sustentado con estadísticas–de las causas y consecuencias del tema que se aborda, es evidente que la realidad actual es sintomática de lo que ha venido sucediendo con el desarrollo de la educación en su conjunto desde hace varias décadas. Basta sólo con mirar el dato reciente de la baja oportunidad de acceso a la educación superior que tienen los jóvenes bachilleres (17%) lo cual, unido a los altos índices de deserción que alcanza esta población, que puede llegar hasta el 50% en el segundo semestre de estudios universitarios, permite inferir que estamos frente a un problema complejo que de igual forma debe ser analizado en términos integrales con una visión dialéctica.
2007-10-03 | 917 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.2. Julio-Septiembre 2007 Pags. 5-6 Rev Cienc Salud 2007; 5(2)