Autor: Núñez Orozco Lilia
La profesión médica ha atravesado por diversas etapas, desde la antigüedad, cuando la medicina se enseñaba de manera tutorial y el médico era prácticamente un semidios digno de veneración; pasando por la del respeto absoluto e incuestionable de hace no muchos lustros, hasta nuestros días, en que los pacientes hacen gala de sus derechos y todo cuestionan. Muchos añoran las épocas en que el médico, sobre todo en las poblaciones pequeñas, era uno de los personajes más importantes de la comunidad, junto con el sacerdote y el profesor de la escuela y su palabra era poco menos que sagrada, debido al profundo respeto que se le tenía y, por tanto, sus indicaciones no requerían de explicación alguna pues eran incuestionables. Gradualmente la situación ha ido cambiando y actualmente el médico es simplemente el proveedor de un servicio, sea en una institución o a nivel privado, y se le percibe como un ser humano falible y cuestionable para el cual no existe el automático respeto ni tiene la gran autoridad moral que antes se le confería. Este cambio en la imagen del médico ante los pacientes en gran parte es debido a la profusa información acerca de los errores médicos, y también acerca de los padecimientos y tratamientos que se publican en diversas fuentes: las secciones de salud de los diarios y de otras publicaciones periódicas, las secciones de salud de los programas de radio y televisión, y desde luego la Internet. Especialmente en Internet la cantidad de información que se puede obtener es casi ilimitada, pero –desafortunadamente– no es supervisada ni depurada por nadie, y aparentemente no existe ninguna regulación al respecto. De esta forma, es posible que cualquiera que tenga algo que decir respecto a cualquier enfermedad o tratamiento, lo “suba a la red” para que cualquiera que tenga acceso a una computadora que se conecte a Internet desde el lugar donde se encuentre, pueda saber del último grito de los descubrimientos científicos validados, pero también del último grito de la peor de las charlatanerías. Ambos extremos tienen para los legos el mismo peso, pues aparecen en la red y solamente ese hecho los hace válidos ante los ojos de todos.
2007-10-29 | 914 visitas | 10 valoraciones
Vol. 8 Núm.5. Septiembre-Octubre 2007 Pags. 415-416 Rev Mex Neuroci 2007; 8(5)