Sra. Maruja Chaux de Pantoja

Autor: Otero Ruiz Efraím

Fragmento

Si el calificativo de “Gran Dama” existiese todavía, tal podría aplicarse a Doña Maruja Chaux de Pantoja que acaba de fallecer en Popayán, casi centenaria. Como lo dije en 1994 en mi homenaje al Profesor Pantoja (jamás, en nuestra juventud respetuosa, se nos hubiera ocurrido llamarlo otra cosa que Profesor), lo mismo podría aplicarse a Doña Maruja (“Marujita”, como todos cariñosamente la llamábamos) que fue, como lo fue Clemencia, el apoyo fiel e intelectual de su esposo por tres cuartos del siglo XX. Nacida dentro de los más ilustres abolengos de la “ciudad procera” (“ni mármoles épicos, claros de lumbre y coronas”, como dijera el inmortal Maestro Valencia en su canto keatsiano esculpido en mármol en el Paraninfo de la Universidad del Cauca) se unió al hombre que adoraba en plena turbulencia, cuando éste había sido egregio Profesor de Cirugía, médico de Presidentes y otros notables por casi dos décadas, colaborador y sucesor de Juan N. Corpas, y acababa de ser nombrado Director del Instituto Nacional de Radium cuando todos los médicos le renunciaron, por razones políticas. Era un “matrimonio tardío”, como sus enemigos lo criticaron en esa época. Permaneció a su lado impertérrita cuando el llamó al eminente filólogo Profesor Roberto Restrepo -citado por Ernesto Sábato en sus memorias del Instituto de París- para que le reorganizara la oncología en Colombia. Y así lo hizo frente a viento y marea, frente a las mismas críticas emanadas de esta venerable Academia, que no le perdonaban su origen “costeño”, como él mismo lo relataba con su habitual sencillez (aunque era sobrino de otro fundador, prematuramente fallecido). Y llegó a ser nuestro Presidente y casi inmortal Secretario Perpetuo, querido y respetado por todos nosotros.

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2007-11-27   |   1,578 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 28 Núm.2. Junio 2006 Pags. 59 Medicina Ac. Col. 2006; 28(2)