En su reflexión histórica incluida en uno de los principales tratados para genetistas clínicos, VICTOR MCKUSICK relata cómo en el año de 1956, hace más de medio siglo, se inició en propiedad la especialidad de la genética médica. Con el reporte del número definitivo de cromosomas de nuestra especie y la posterior descripción de las primeras asociaciones entre alteraciones cromosómicas y desórdenes clínicos, la genética, que había sido desde su nacimiento a mediados del siglo XX una rama de la biología y de la antropología, se convirtió en un área formal de la medicina. Al adquirir una base anatómica, los genetistas, tanto como los neurólogos con el sistema nervioso, los cardiólogos con el corazón o los dermatólogos con la piel, trabajarían sobre su propia estructura: los cromosomas. Una vez sobrepasado el nivel de resolución cromosómico, la moderna cartografía genética amplió cada vez más el espectro de intereses de los genetistas, hasta desbordar su propia especialidad e infiltrar cada una de las especialidades médicas contemporáneas. Hoy en día no hay un solo especialista que no tenga que integrar la dimensión genética en su razonamiento. Así como hace más de 500 años la obra De humani corporis fabrica (1543) del anatomista VESALIO (1514-1564) abrió la puerta a una nueva medicina al darle el soporte estructural que sería enriquecido por las descripciones de GIOVANNI BATTISTA MORGAGNI (1682-1771) en su obra De sediubus et causis morborum per anatomen indagatis (1761), y luego de los fisiólogos del siglo XVII, XVIII y XIX hasta llegar a CLAUDE BERNARD (1813-1878) y a lo que él mismo reveló en sus obras como la anatomía funcional, la descripción del mapa genético humano se sumerge ya, naturalmente, en la descripción de los aspectos funcionales de éste bajo los descriptores de genómica y proteómica, con todos sus derivados.
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2008-05-17 | 810 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 49 Núm.1. Enero-Marzo 2008 Pags. 9-11. Univ Méd Bogotá Colombia 2008; 49(1)