Autor: Ramiro Hernández Manuel
El fraude científico es una realidad desde hace mucho tiempo, pero en la actualidad ha alcanzado gran relevancia, tanta que ha rebasado al propio interés en la ciencia y se trata en otras publicaciones. Luis Miguel Ariza hace una revisión extensa de él en la revista El País. Absolutamente dramático y curioso, y de gran relevancia, resulta el caso del biólogo austriaco Paul Kammerer, quien tratando de demostrar que las habilidades de ciertos animales se heredan a sus descendientes, habituó a unos sapos que se apareaban en tierra para hacerlo en el agua, incluso sostuvo que desarrollaban en sus manos unas diminutas espinas para que los machos sujetaran a las hembras; el “investigador” adquirió gran renombre, pero cuando se descubrió que las espinas estaban pintadas con tinta china cayó en absoluto descrédito y optó por suicidarse en 1926 (los artículos aparecieron en Nature). Es curioso que la falsificación fuera muy parecida a la que realizó muchos años después, en 2005, Hwang Woo-Suk en sus hallazgos sobre la obtención de células embrionarias a partir de lo que sería el primer embrión clonado, Science había publicado varios artículos de Woo-SSuk hasta que descubrió que, entre otras cosas, falsificaba las imágenes con un programa informático, casi como la tinta china de 1926. No pueden hacerse muchas referencias del investigador coreano porque la respuesta de las revistas fue retirar sus publicaciones. Me parece que las justificaciones del cuerpo editorial son acertadas al esgrimir que se tiene que confiar en la buena fe de los investigadores y que si la publicación está tan bien hecha que parece cierta y la firma un científico de prestigio, puede engañar a los revisores y al cuerpo editorial, quizás en lo que no estoy de acuerdo es en retirar las publicaciones, porque el pasado no puede ser modificado, basta con hacer las aclaraciones necesarias.
2008-05-23 | 933 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 24 Núm.1. Enero-Febrero 2008 Pags. 1-2 Med Int Mex 2008; 24(1)