Autor: Sáez de Ibarra María Belén
Este proyecto que nos expone Luz Helena Caballero Por partes nos remite a una inquietud reiterada en el quehacer de los pintores de finales del siglo XX y de lo que va de éste. Ello es la problematización de la pintura como medio. Con la aparición de la fotografía a finales del siglo XIX, es claro que la pintura se descentra como medio artístico por excelencia, tanto así que arte y pintura eran sinónimos, y debe indagar sobre su nuevo papel en la práctica artística. En ocasiones se cerró sobre sí misma, y en otras se abrió a procesos de hibridación y mezcla con otros medios de producción, sobre todo de imágenes y estrategias propias de la sociedad industrial. Mucha agua ha corrido por el molino desde entonces, pero hoy sigue estando presente y vigente la preocupación por examinar las relaciones de la pintura consigo misma y con los demás medios, como la fotografía y el video, que hoy ocupan un protagonismo central en la cultura visual contemporánea y en el acontecer diario de nuestra vida social. Quizás la crisis más aguda de la pintura se da en los años sesenta, con la tiranía de las instalaciones, los performances, las “nuevas tecnologías” y el arte conceptual, que en su fin último reducía el arte a una mera idea. Sin embargo, ella reverdece permanentemente, el último hervor fue en los ochenta, donde la pintura tiene un renacer entusiasta, comparable al que vivimos actualmente, siendo hoy mucho más diversa, abierta a un universo de posibilidades múltiples y conviviendo cómodamente con la institucionalidad artística actual. Por partes indaga particularmente sobre la visualidad contemporánea en relación con la pintura. Echa mano de la presencia industrial en nuestra cotidianidad, utilizando materiales propios de la producción en serie, como las resinas sobre las que pinta para luego, en un juego de luz, propio de la magia de los mecanismos fotográficos, duplicar lo pintado sobre sombras que se instalan en el espacio. Son formas continuas de estructuras que pueblan nuestras ciudades y campos, como afirma Luz Helena; que se ven en todas partes, en los campos petroleros, llevando la luz, soportando construcciones, y también en sus notas, en sus cuadernos de ejercicios van apareciendo ellas por años, imágenes que toma y reconstruye –como dice– para “pintarlas” proyectadas desde la luz. Así, visualidad, fotografía, estructuras y pintura constituyen una amalgama que recoge un momento, un clima de nuestra cultura mediática y posindustrial. En esta proyección de luz y sombras y en el traslapo de pinturas que la contraponen dispuestas en el espacio de exhibición, Luz Helena parece querer pensar la relación íntima que en los últimos años se ha establecido entre la pintura y la fotografía. El medio que pareció abocarla a la crisis es el mismo que parece rescatarla sucesivamente, como también la pintura ha influido particularmente la concepción de la fotografía contemporánea. Como Luz Helena lo ha expresado, su trabajo funciona con imágenes fragmentadas, ella misma trata de entender a qué corresponde su intuitiva inclinación a trabajar desde el fragmento, y encuentra con mucho acierto que nuestra sociedad está invadida por esta nueva forma de ser y de pensar. El fragmento es nuestra actual forma de aproximarnos al conocimiento, fomentado sin duda por las tecnologías de la comunicación e información –construimos discursos nuevos con el cortar y pegar de los textos electrónicos propios y ajenos–, que también han influido nuestra forma de aproximarnos a la historia, donde fragmentos históricos recuperados del pasado conviven con retazos, vivencias y sensaciones de nuestras experiencias personales. Así mismo, rigen nuestra estética mediática, que recorta la realidad en imágenes rotas, superpuestas, sucesivas… y la velocidad. Un fragmento debe ser sustituido rápidamente por el otro que viene… Nuestra relación con el mundo se da por partes. Estas son las pinturas de Luz Helena Caballero, fragmentos incoherentes, reunidos en un intento por darle un “cierto orden” como se llama su proyecto anterior –que hace parte de este proceso– a este caos mundano de la posmodernidad. Su actitud es revisionista; su pintura, severa. Este montaje alude también a esa doble vida loca de la pintura que aún hoy se mueve en un concepto de los que no hemos podido todavía prescindir en nuestro medio cultural como el de “alta” y “baja cultura”. Así en el espacio conviven la estética industrial y una estética más propia de las artes decorativas y el diseño con sus abstracciones de la naturaleza y los objetos de la vida burguesa desde el color y la cercanía con la geometría. María Belén Sáez de Ibarra
2008-08-04 | 2,400 visitas | 2 valoraciones
Vol. 37 Núm.1. Marzo 2008 Pags. Rev Col Psiqui 2008; XXXVII(1)