Cómo olvidar esos tiempos! El 2 de junio de 1972 marca el libro de anotaciones cómo paciente a paciente lo íbamos llenando con su nombre, edad, peso, diagnóstico, tratamiento y médico encargado. Es grato recordar al maestro Vicente García Olivera, enérgico, cariñoso, juguetón, prolífico en anécdotas curiosas, muchas chuscas, otras inverosímiles, pero siempre con todo detalle de situaciones. El maestro era conocedor de la medicina del dolor pero incomprendido por los grupos médicos de su época, los cuales trabajaban individualmente. Cada quien era casi el propietario de su paciente y sólo lo canalizaban a otros especialistas cuando la situación era extrema. El maestro trajo consigo la novedad del trabajo en equipo y convenció al extraordinario director del Instituto de la Nutrición, don Salvador Zubirán, de los beneficios de la naciente clínica del dolor, de modo que empezamos con el decidido apoyo del jefe de cirugía, don Manuel Campuzano, y del jefe de anestesia y terapia intensiva, nuestro amigo, Javier Ramírez Acosta, recién desempacado de Boston. Tuvimos la fortuna de que todos ellos traían la mente abierta a otras posibilidades de crecimiento. De este modo, empezamos a hablar del manejo multidisciplinario del dolor, tal como lo hacía el maestro John Bonica en sus publicaciones. Sinceramente, nos pusimos a estudiar con mucho entusiasmo y dedicación para llevar a un sitio noble y digno el nombre de clínica del dolor, para calificarlo más allá de un servicio en donde sólo se realizan bloqueos diagnósticos, pronósticos y terapéuticos.
2008-11-05 | 1,033 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.10. Julio 2008 Pags. 11-13 Dol Clin Ter 2008; V(10)