Autor: Romero Salinas Gerardo
Los avances en anestesiología y los grandes hallazgos en anatomía y fisiología que realizaron Bell, Magendie, Müller, Weber, von Frey, Shiff y otros investigadores, sirvieron para difundir la idea de que el dolor obedece a estímulos nerviosos específicos, lo que es cierto parcialmente. En las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX diversos investigadores (Martín, Perty Snyder, Simón y colaboradores, y Terenius) descubrieron en forma independiente sitios de unión o receptores estereoespecíficos que son saturables por opiáceos en el sistema nervioso de los mamíferos. En 1975, Hughes y Costerlitz aislaron en el encéfalo dos polipéptidos con efectos semejantes a los de la morfina. Ese año, Goldstein y colaboradores publicaron la existencia de un polipéptido con actividad opiácea que se produce en la hipófisis bovina y que contiene 311 residuos de aminoácidos. Hughes y colaboradores denominaron a los pentapéptidos: leucina-metionina-encefalina. Al polipéptido de mayor cadena: beta-endorfina. Durante el estrés o el shock el organismo humano genera polipéptidos que se denominan endorfinas, las cuales actúan como analgésicos opiáceos, lo que provoca parcialmente la insensibilidad al dolor. La mente y las emociones pueden exagerar o disminuir así la percepción del dolor y, por lo tanto, de los síntomas. Sin embargo, el dolor no debe entenderse únicamente como un problema que implica la transmisión de impulsos nerviosos, sino como una experiencia que afecta la personalidad del individuo y da lugar a cambios profundos en el proceso cultural y biológico que constituyen la vida.
2008-11-05 | 859 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.10. Julio 2008 Pags. 23-24 Dol Clin Ter 2008; V(10)