Autor: Lifshitz Guinzberg Alberto
La ciencia se visualiza como una actividad muy seria, formal y hasta solemne; al fin y al cabo sus productos inciden de manera decisiva en el funcionamiento de las sociedades y en la evolución del mundo. No puede tomarse a la ligera. No obstante, los científicos suelen tener sentido del humor y hay algunos ejemplos notables. Parece ser que esta condición no es excepcional. Raquel Bialik, una inquieta antropóloga mexicana contemporánea, logró recopilar una serie de experiencias, testimonios y textos que fueron editados por la UNAM en un libro titulado El humor en la ciencia, y que es el que inspira este escrito para nuestra revista. Un testimonio del humorismo en la ciencia fue la edición durante algunos años de dos publicaciones periódicas, lamentablemente hoy interrumpidas, y que causaron regocijo tanto en los científicos como en los observadores de su trabajo. La primera se llamó Journal of Irreproducible Results (Revista de los resultados no reproducibles), cuyo subtítulo era Improbable Investigations & Unfounded Findings (Investigaciones improbables y hallazgos sin fundamento) y que tuvo aportaciones verdaderamente notables como la de la mosca utilizada como fuerza aeronáutica, en la que se trataba de acoplar una mosca doméstica a la nariz de un avión de juguete hecho de madera ligera, o la llamada Vide infla que satirizaba el exceso de citas, pues en una página del trabajo el texto ocupa sólo un renglón y las citas el resto.
2009-01-19 | 1,138 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 24 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2008 Pags. 373-374 Med Int Mex 2008; 24(6)