Autor: Karchmer Krivitzky Samuel
Acostumbrado a ver el sincero y natural determinismo del fenómeno biológico, creyendo conocer la naturaleza humana al desnudo, el médico piensa que las palabras del enfermo son la expresión genuina del funcionamiento metódico del organismo. Por eso abandona el diálogo en cuanto ha obtenido lo que desea, o en el momento en que se ha dado cuenta de que no sirve para sus fines. Me temo que, preocupado sobremanera en descubrir la enfermedad que constituye el motivo de la consulta, el médico solo busque en la palabra del enfermo datos para identificar y localizar su dolencia, y desprecie lo que, por medio de la palabra, el paciente trata de obtener, además de la curación de la enfermedad física. ¿Será cierto que el clínico sabe descifrar la palabra y traducirla al verdadero sentido que le ha dado quien la pronuncia? ¿Sabrá «oír» y «leer» entre líneas? Y, si así sucede, en sus relaciones profesionales podrá, en la vida diaria con sus familiares, compañeros y amigos, tomar la palabra como medio real y sincero de comunicación? ¿O, como el Jano mitológico, posee dos caras, viendo en sentido opuesto y mostrando dos distintas expresiones? Vale la pena meditarlo profundamente.
2009-01-19 | 795 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 15 Núm.95. Mayo-Junio 2008 Pags. 3-4 GINECO 2008; 15(95)