Autor: Carballo Junco José Antonio
Persisten muchas ilusiones respecto del sentido de la historia y del futuro de nuestras sociedades. Se sigue ignorando la prudencia y se pone la razón en el devenir después de habérsela despojado al hombre. Si bien el fanatismo ideológico se ha suavizado y ha perdido en intensidad, también es cierto que se ha difundido más ampliamente y ha ganado en extensión. Si desvariamos, suele ser para mostrar nuestros buenos sentimientos y para conservar las cosas tal como están. En la antigua Roma, el término fanático, que proviene del latín fanun: templo, denominó a los secuaces de la diosa Cibeles, cuyas manifestaciones de culto eran excitantes y poco prudentes, en una exaltación del sentimiento que alcanzaba a llevar al individuo a excesos de distinto género, incluso al homicidio y al suicidio, ya provocados por la palabra de algún orador convincente o por diversas prácticas rituales o por el uso de sustancias psicoadictivas. Filósofo de profesión, Sartre buscó justificar el fanatismo inherente al existencialismo con argumentos que, si fuesen válidos, valdrían durante siglos. Propenso a elevar hasta el nivel de lo eterno los episodios de su vida, y perteneciente a la tradición de Kierkegaard y de Nietzsche, de la rebelión contra el hegelianismo, convirtió al individuo y su destino en el tema central de su reflexión. Ignorando la totalidad, cuya toma de conciencia por par te del filósofo marca la llegada de la ocasión, buscó resolver los problemas de la existencia, más como una inspiración, una luz, bajo la cual cada uno, ubicado frente a su situación, tiene el deber y el privilegio de decidir libremente, sin dejar de correr el riesgo de equivocarse o incluso de ser “infiel y desleal a sí mismo”.
2009-04-06 | 3,833 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.49. Agosto 2008 Pags. 16-17 Odont Moder 2008; 5(49)