Autor: Medina de Merino Miriam
El origen de la microbiología bucal coincidió con el descubrimiento de las bacterias. Leeuwenhoek observó en su saliva y en el material depositado en los dientes, que denominó materia alba, “animálculos” y así lo comunicó, asombrado, a la Royal Society de Londres. Por lo que se refiere a los grandes procesos microbianos de la cavidad bucal, los que afectan al periodonto, como la gingivitis y periodontitis, en 1745 Pierre Fauchard relacionó lo que hoy se conoce como placa y el sarro o tártaro con la aparición de estas afecciones. En 1773, John Hunter señaló que las gingivitis y piorreas podían repercutir en otras zonas del organismo. En 1890, Willoughby Miller, natural de los Estados Unidos de América, químico convertido en dentista que trabajó con Koch en Berlín y posteriormente en la Universidad de Pensilvania, publicó su célebre libro The microorganism of the human mouth. En él expone la famosa teoría quimioparasitaria, en virtud de la cual los microorganismos, al actuar sobre los hidratos de carbono de la dieta acumulados en la boca, producirían ácidos que desmineralizarían los tejidos duros del diente. El mismo Miller intentó aislar e identificar estos microorganismos bucales, pero tropezó con la dificultad de obtener cultivos puros debido a la heterogenicidad de esta microbiota. Sin embargo, en 1891, basándose sobre una hipótesis previa de John Hunter, formuló otra célebre teoría, la focal, por la que las bacterias bucales podrían, a partir de la boca, originar procesos infecciosos en otros puntos del organismo. Sólo fue hasta años después que se descubrió la asociación de espiroquetas y bacterias fusiformes en procesos infecciosos periodontales por Plaut, en 1894 y Vincent en 1896. En 1897, el estadounidense Leon Williams encontró en las zonas con caries incipientes acumulaciones de bacterias adheridas al esmalte cariado, y pensó que la producción de ácidos en dichas zonas eran las responsables del proceso.
2009-04-16 | 31,649 visitas | 9 valoraciones
Vol. 5 Núm.57. Abril 2009 Pags. 7 Odont Moder 2009; 5(57)