Al Dr. José María Vaccaro

Autor: Bentolila Juan José

Fragmento

Somos en el misterioso devenir de la Vida. Hablamos de “mi vida”, “su vida”, sin comprender que aunque le demos al concepto un sentido posesivo, no nos exime de cumplir con total fidelidad, la ley natural de predestinación. Nacemos para vivir, pero también para morir. Y no hay excepciones para esta regla. Es común que, con el inexorable paso del tiempo, el recuerdo puntual de una persona se vaya diluyendo. Basta hacer una pequeña encuesta: preguntar el nombre de nuestros tatarabuelos. Sólo aquellos que se hayan preocupado en estudiar sus ancestros, podrán contestar esta pregunta. El 18 de enero pasado murió un amigo: El Dr. José María Vaccaro. Lo conocíamos como Jóse. Según él solía contarlo (yo no lo recuerdo con claridad), pasaba todas las mañanas a buscarme para llevarme al colegio. Ibamos caminando. Yo de pantalones cortos; él algo mayor. En esa época la diferencia de algunos años se notaba. En el año 1974 nos volvimos a encontrar en Buenos Aires. Yo estaba haciendo mi residencia en clínica médica, y él asistía al Congreso Mundial de Cardiología. Aquel donde Rosenbaum describió su ya famoso “efecto Troilo”. Nos juntamos en una confitería, y hablamos. Habían otros compañeros con nosotros ese día: Marcelo Gamen, Ernesto Blanco y Gabriel Cererols. Fue entonces que decidí completar mi especialización en Cardiología.

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2009-06-08   |   787 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 4 Núm.1. Enero-Marzo 2009 Pags. 50 Rev Insuf Cardíaca 2009; IV(1)