Autor: Lifshitz Guinzberg Alberto
Desde que se tiene registros, no habían pasado tantos años sin que ocurriera una pandemia de influenza, de tal manera que se estaba esperando (o aún se está esperando si es que ésta no es), y la Organización Mundial de la Salud lo había advertido. Los países –incluyendo a México- se prepararon desde hace varios años para contender con la próxima pandemia, que se aseguraba que iba a ocurrir aunque no se sabía cuando. Las previsiones se hicieron bajo el supuesto de que el virus que la causaría sería el de la influenza aviaria, sobre todo cuando empezaron a aparecer casos humanos en varios países. Con base en estos supuestos las previsiones estimaron una tasa de ataque de 30 a 50% de la población y una mortalidad de 50%; los planes de contingencia consideraban estas cifras y la compra de medicamentos y equipo para una reserva estratégica se hizo con base en estas estimaciones. Si, en efecto, estamos ya viviendo la pandemia, como hay algunos indicios, ésta ha resultado bastante menos agresiva que lo que se preveía cuando se generaron los planes de contingencia. Los primeros indicios se interpretaron como que había una prolongación del brote estacional anual. La influenza estacional afecta a una proporción de la población en los meses de invierno, e incluso origina muertes. La vacunación, recomendada anualmente en los meses de septiembre y octubre, tiene por objeto evitar adquirir esta enfermedad en noviembre, diciembre o enero, y reducir la mortalidad. Puesto que los extremos de la vida han sido históricamente los más susceptibles a complicaciones, la vacuna se ha recomendado para los niños y los ancianos. El hecho inusitado fue que aún en abril de 2009, en plena primavera y en temporada de calor, estaban ocurriendo casos de influenza, que estaba afectando a individuos jóvenes y sanos, y que algunos murieron a pesar de que no eran personas debilitadas o con enfermedades asociadas. Aproximadamente al mismo tiempo ocurrió un brote de infección respiratoria aguda en Perote, Veracruz, con una alta tasa de ataque pero que no causó muertes y se autolimitó, y la muerte en una mujer de Oaxaca en la que se sospechó SARS. En ambos casos se probó posteriormente la presencia del virus de influenza AH1N1 involucrado en la epidemia.
2009-12-01 | 1,169 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 25 Núm.3. Mayo-Junio 2009 Pags. 177-178 Med Int Mex 2009; 25(3)