Autores: Gutiérrez Moctezuma Juvenal, Gutiérrez Cadena Mónica
El arte curativo ha existido en cada de las civilizaciones humanas. Para los aztecas las enfermedades pudieron ser debidas a la magia divina o a las razones naturales. El buen comportamiento y la moderación aseguraban salud, los excesos producían daños y exponían al individuo a los espíritus malignos que podían poseerlos. La salud era considerada un equilibrio del organismo y la enfermedad la pérdida de este equilibrio. La medicina practicada por los mexicas era considerada una profesión vulgar llevada a cabo dentro del seno familiar que se heredaba del padre a los hijos como tradición oral. La sociedad mexica era teocrática, la artesanía curativa estaba subdividida y se puede ahora establecer la similitud con las varias especialidades de la profesión médica moderna. La cirugía estaba altamente desarrollada pues se practicaban trepanaciones. Desde entonces se identificaron las diversas formas de parálisis: hemiplejías, paraplejías, parálisis avanzada, parálisis agravada, o parálisis de una manera general. Los internistas eran los más ilustrados y su farmacopea se basada principalmente en el conocimiento de las hierbas. El testimonio náhuatl más valioso de la medicina es el libro Libelus de Medicinabilus Indorum Herbis (El Ensayo en las Hierbas Medicinales de los Indios ahora conocido como Códice De la Cruz-Badiano), en el que varias de las hierbas ilustradas fueron empleadas para el tratamiento de la epilepsia. Con respecto a la epilepsia distinguieron dos clases de crisis, la tónico-clónica generalizada y la mioclónica, también identificaron el “aura”. Las personas con epilepsia lejos de ser estigmatizadas se consideraban que tenían ciertas capacidades, entre ellas la de curar; sin embargo, no podían ser sacrificadas a los dioses. La herbolaria sigue teniendo adeptos hoy en día.
Palabras clave: Aztecas epilepsia trepanaciones herbolaria.
2009-12-04 | 1,862 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 10 Núm.4. Julio-Agosto 2009 Pags. 294-300 Rev Mex Neuroci 2009; 10(4)