Autor: Quintana Marín Leonidas
Si la historia universal ya cabe en un pendrive, ¿por qué no podemos enchufarnos el pendrive directamente al cerebro? Así podríamos adquirir esos conocimientos de forma instantánea. Con conexiones directas similares, quizá podríamos insertarnos una especie de Google en la cabeza para buscar en nuestra memoria o ampliar nuestra inteligencia acoplándola a las modernas redes neurales y demás programas que aprenden de la experiencia. Esos casos de interfase mente/máquina pertenecen aún al campo de la ciencia ficción. Pero hay otros que caminan entre nosotros y que ya sirven para examinar muchos de los problemas técnicos y éticos que, previsiblemente, se derivarán del desarrollo futuro de estas técnicas. “Discutir el acoplamiento entre mente y máquina es tan viejo como la película “Casablanca” dice Jens Clausen, del Instituto de Etica e Historia de la Medicina de la Universidad de Tübingen, que recientemente analizó la cuestión en la revista Nature . “Lo que es nuevo es que la conexión de un cerebro humano a un ordenador mediante microelectrodos implantables es ahora una opción real”. La forma más extendida de estas interfases directas son los implantes cocleares en el oído interno, que se usan para ayudar a las personas sordas. Un micrófono recoge los sonidos y los envía a un pequeño ordenador, que contiene un sistema procesador del habla. La señal procesada se manda a un receptor en la cóclea, en el oído interno, que estimula las neuronas del nervio auditivo que se comunican con el cerebro.
2009-12-15 | 798 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 32 Núm.1. Agosto 2009 Pags. 5-6 Rev Chile Neuroc 2009; 32(1)