Valores de la medicina venezolana Dr. Ernesto Figueroa Perdomo

Autor: Alvarez Gómez Manuel

Fragmento

“La historia está presente y nos rodea en todos las horas, porque no es otra cosa que la vida…..la historia se hace historia desde que el hombre la toca” Arturo uslar Pietri. La sociedad médica venezolana y muy especialmente la pediatría nacional, se encuentran de duelo, por el fallecimiento de ese brillante y humanista profesional de la medicina Ernesto Figueroa Perdomo, ocurrida el 20 de marzo del corriente año, después de una larga y complicada enfermedad, que extinguió su fructífera vida. Nace el Dr. Ernesto Figueroa en la ciudad de valencia el 21 de octubre de 1914, donde transcurren los primeros años de su vida. Estudió primaria en el Colegio La Salle y luego se gradúa de Bachiller en Filosofía y Letras en el Colegio Salesiano de dicha ciudad. Se traslada a caracas para iniciar en la universidad central, sus estudios de medicina, que culmina en el año 1940. Durante sus años de estudio, se ayuda económicamente trabajando, primero como externo, luego como Interno en la casa municipal de Beneficencia, establecimiento geriátrico para mujeres que era regentando por la congregación religiosa de san José de Tarbes, la cual estaba ubicada en la esquina de salas de la ciudad capital. El Dr. José Tomás Jiménez Arraiz en su obra “Promociones médicas de la UCV de 1924 a 1953” acertadamente señalaba, que el futuro Dr. Figueroa, estuvo cerca del dolor, a la cabecera de enfermos, desde el comienzo de sus estudios médicos y a ello se debe, indudablemente su buen criterio clínico y esa total comprensión, que es su orgullo y su presea de la calidad humana que debe tener el médico en su concepto social de su profesión. Además obtuvo cargos externos e internos por concursos en los años 1936 y 1938 del hospital Vargas. Se desempeñó igualmente como docente en la escuela municipal de enfermeras.

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2010-01-13   |   1,141 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 72 Núm.2. Abril-Junio 2009 Pags. 45-46. Arch Venez Pueri Pediatr 2009; 72(2)