Fragmento

Desde los inicios de la humanidad, el hombre debe haberse planteado múltiples interrogantes sobre las funciones del contenido craneano, lo que hoy mundo denominamos el sistema nervioso central. Es innegable que después de haber visto a sus congéneres con lesiones, heridas y traumas craneoencefálicos algunos hombres se han cuestionado sobre las funciones del encéfalo, y como resultado de la comparación de experiencias pudieron suponer que las lesiones de la cabeza originaban signos diferentes según su localización. Durante los tiempos, el hombre ha elaborado diversas ideas sobre el funcionamiento cerebral que han dependido de hechos y circunstancias, entre los cuales se deben tener presentes las mentalidades religiosas, las filosóficas, las tecnológicas y las científico-matemáticas existentes en cada época. Con base en estas ideas, se han ubicado funciones específicas en diversos sitios del cerebro. Cuando estas preideas científicas dieron paso a una teoría de la localización cerebral, que permitió hacer una correlación precisa entre los signos y síntomas clínicos del paciente y la ubicación de las lesiones, se dio una de las variables que permitió el desarrollo de la cirugía del sistema nervioso. Según Ludwik Fleck, cada época posee un estilo de pensamiento, que se manifiesta en algo como un inconsciente visual colectivo que sirve de código figurativo e impone el patrón de sus percepciones. Por tanto, las imágenes como categorías preceptúales y cognitivas, por hacer referencia a las mentalidades religiosas, filosóficas, tecnológicas y científico-matemáticas existentes en cada época, sirven de modelo para hablar de localización cerebral, y no sólo cumplen este papel, sino que en los últimos años del siglo XX, merced al gran desarrollo tecnológico de la iconografía, en especial de la imaginología médica, se establece una videocracia, que hace imposible hablar de localización cerebral sin referirse a las imágenes.

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2010-01-26   |   763 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 16 Núm.2. Diciembre 2009 Pags. 6-54 Neurocien Colom 2009; 16(2)