Autor: Osío Uribe Óscar
En el año de 1932 el doctor Taliaferro Clark dirigía un equipo de investigadores médicos estadounidenses que diseñaban un estudio de casos y controles para determinar cuáles eran la evolución de una enfermedad de transmisión sexual –la sífilis– y sus repercusiones sobre la salud y la longevidad de los pacientes de una comunidad negra. El ensayo clínico suponía un período de observación de 6 a 8 meses, antes de darles el tratamiento médico recomendado para la época (Salvarsán®, nombre comercial de la arsfenamina, lo mismo que pomadas con mercurio y bismuto). Los 400 enfermos (“casos”) y las 200 personas sanas (“controles”) fueron atraídos al estudio clínico mediante eufemismos, por ejemplo, diciéndoles que la enfermedad que tenían los primeros era “mala sangre” (bad blood) sin mencionar, en ningún caso, la palabra “sífilis”. Les ofrecieron procedimientos diagnósticos como punciones lumbares llamándolos “tratamientos especiales gratuitos”. Para hacer evidente la mala fe de los investigadores uno de ellos felicitaba al médico que había escrito el consentimiento informado por su «estilo para escribir cartas tramposas a los negros». El estudio también les exigía a los enfermos someterse a la autopsia tras su muerte, so pena de no recibir el seguro que cubría los gastos del sepelio. Ocurrieron cambios en la dirección del estudio clínico que posibilitaron prolongar la observación, inicialmente programada para un semestre, transformándola en un seguimiento de la evolución natural de la enfermedad durante 40 años. Las cuatro décadas de observación continuaron pese a que en 1947 se había formulado el Código de Nuremberg para proteger los derechos de los sujetos sometidos a ensayos clínicos y en 1964 se había publicado la primera versión de la Declaración de Helsinki que establecía el respeto por el individuo como el principio básico de la investigación clínica, lo mismo que el derecho de los enfermos a tomar decisiones informadas. El ensayo clínico abarcó los 25 años en que ya se conocía la penicilina como un tratamiento exitoso para la sífilis. A muchos enfermos se les negó intencionalmente este antibiótico y a algunos se los engañó administrándoles placebos para que los médicos pudieran observar la fatal progresión de la enfermedad. Al final del estudio, solo 74 enfermos estaban vivos, 28 habían muerto de sífilis, 100 más habían fallecido de complicaciones relacionadas con la enfermedad, 40 esposas de los sujetos habían resultado contagiadas y 19 niños habían nacido con sífilis congénita.
Palabras clave: .
2010-04-12 | 635 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 22 Núm.4. Octubre-Diciembre 2009 Pags. 407-411. IATREIA 2009; 22(4)