En el año 1846, Ignaz Philipp (Ignác Fülöp) Semmelweis observó que las puérperas cuyos partos eran realizados por estudiantes y médicos de la Primera Clínica del Hospital General de Viena tenían mayor mortalidad que aquellas cuyos bebés nacían con parteras en la Segunda Clínica. La causa radicaría en que los médicos venían de la sala de autopsia y sus manos persistían con olor, a pesar de lavárselas con agua y jabón. Tal hecho, lo llevó a postular que partículas cadavéricas que permanecían en las manos, no obstante el lavado con agua y jabón, eran transmitidas a través de ellas. Por lo que instó a que estudiantes y médicos se lavasen las manos antes de tocar a cada paciente. Con solo esta medida, la mortalidad materna cayó espectacularmente y permaneció baja por varios años. Esta fue la primera evidencia indicativa de que la higiene de manos, con un agente antiséptico antes del contacto con un paciente, disminuye la transmisión de enfermedades infecciosas asociada a los cuidadores de la salud. En una revisión sistemática reciente, entre los 96 estudios analizados, el porcentaje global de cumplimiento fue de sólo el 40%, (intervalo del 4% al 100%). Resultó menor en las Unidades de Cuidados Intensivos y menor entre los médicos cuando se compararon con las enfermeras (cumplimiento mayor al 50%= 41% entre personal de enfermería contra 20% en los médicos).
2010-09-09 | 885 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 108 Núm.5. Septiembre-Octubre 2010 Pags. 389-390 Arch Argent Pediatr 2010; 108(5)