Editorial

Autor: Chauca Edwards Eduardo

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El temor de los odontólogos a tratar pacientes con VIH/SIDA se ha enfocado hacia los que presentan la enfermedad ya establecida; no obstante, los individuos aparentemente sanos con anticuerpos al VIH también son potencialmente capaces de infectar a otras personas. Debe enfatizarse que hay varios factores que determinan la naturaleza y extensión de las medidas de control de la infección en la práctica odontológica. No hay manera de establecer si un ser humano tiene la infección por el VIH o por otros agentes como hepatitis B, Micobacterium tuberculosis o Treponema pallidum, entre otros. Por lo tanto, deben tomarse precauciones de rutina para todos los pacientes, así como todos los procedimientos con el fin de prevenir la transmisión de agentes infecciosos. El mejoramiento e intensificación de las normas de asepsia-antisepsia protegen al odontólogo, al personal auxiliar y a los pacientes; brindan tranquilidad y seguridad a los pacientes ante las actuales perspectivas de contagio por medio del instrumental dental; e imprimen una imagen de seriedad y prestigio en el profesional. Cabe resaltar que la labor del odontólogo no es solamente asistencial; su aporte en la educación para la prevención y el control de las infecciones orales es muy importante, por lo que debe aplicar medidas educativas sobre higiene y procedimientos locales de desfocalización (lavados o irrigaciones, destartrajes, alisados radiculares, terapia pulpar, exodoncias y otros), todo lo cual debe apuntar hacia un alivio de la condición oral. De una u otra manera, el odontólogo debe exponer sus conocimientos sobre SIDA y otras afecciones a sus pacientes, personal auxiliar y base comunitaria cuando le sea solicitado, mediante metodología y lenguaje apropiados para ser comprendido claramente. El VIH, a diferencia de otros agentes infecciosos, sólo se transmite de una persona a otra por contacto directo con sangre o secreciones infectadas (el contacto con sangre o sus derivados, semen, secreciones vaginales, líquido amniótico o líquido cefalorraquídeo). El virus se encuentra en toda secreción y excreción humana. La saliva es una de ellas. Sin embargo, se necesita una fuerte concentración del virus en éstas para que sea posible la transmisión, condición que no se da en la salida, aunque sí en la sangre. El contacto de estos fluidos infectados con la piel sana sin herida alguna resulta inofensivo para muchos investigadores. Para que se produzca una infección es necesario el contacto directo con la piel herida o con mucosas. El contacto personal diario no es peligroso. Algunos investigadores han estudiado el riesgo de infección entre dentistas y personal auxiliar, y han hallado una proporción muy baja de seroconversión. Los Centros para el Control de las Enfermedades de Estados Unidos (USCDS) afirman que la posibilidad de infectarse con el VIH a través de un pinchazo es de 0.4% (cuatro de cada mil), a diferencia de la hepatitis B, cuyo porcentaje varía entre 30 y 60% (tres a seis de cada 10). Dr. Eduardo Chauca Edwards

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2010-11-09   |   863 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 3 Núm.5. Junio 2009 Pags. 2 Rev Mex Odon Clín 2009; 3(5)