Enlazando lo perecedero con lo eterno

Autor: Carballo Junco José Antonio

Fragmento

Para el común sentir de la gente, la filosofía se presenta como una negación de la vida, como algo opuesto a ella que la intercepta y sirve sólo de obstáculo. Ya lo dijo Fichte: “Filosofar quiere decir propiamente no vivir; vivir quiere decir propiamente no filosofar”. Sin duda, vive el hombre tranquilo con una interpretación ingenua de la realidad hasta que la filosofía viene a sembrar la inquietud en su vida. Pero ésta no consiste en someterse a la necesidad biológica del individuo, sino en ejercer la libertad y elevarse a la categoría de persona. No podemos malinterpretar el hecho de que los sentidos sólo nos dan una visión engañosa de la realidad. Los postes de teléfono que parecen moverse cuando vamos en el automóvil, están fijos; y esta tierra tan plana y tan segura a la que llamamos tierra firme, es una delicada corteza, frágil, que se mueve y es redonda. Si los sentidos nos dan un conocimiento erróneo de este mundo, que mis ojos contemplan, debemos intentar una aproximación más adecuada de esa misma realidad. Aquí comienza la reflexión filosófica, que no es más que la meditación aislada que se hace del mundo y de lo que en él habita: personas, obras, cosas. Porque la sabiduría es huidiza y evanescente y hay que captarla. No es sabio el filósofo, sino más bien, como decía Jacques Maritain conocido por su aplicación de las enseñanzas del filósofo escolástico medieval santo Tomás de Aquino a los problemas de la vida moderna, quien es mendigo de la sabiduría, precisamente porque tiene conciencia de que no sabe, va constantemente en pos de la verdad, persiguiéndola, mendigándola, sin acabar nunca por conquistarla.

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2010-11-19   |   884 visitas   |   5 valoraciones

Vol. 7 Núm.75. Octubre 2010 Pags. 16-17 Odont Moder 2010; 7(75)