Autor: Viesca Treviño Carlos
La medicina ha sido protagonista esencial de los últimos 200 años de la historia de nuestro paÃs. Despertó al alba del siglo XIX siendo colonial y dependiendo de lo que se pensaba en la metrópoli, con una universidad de estructura medieval y una facultad de medicina en la cual se seguÃan enseñando los viejos libros que tenÃan más que merecido, desde tiempo atrás, un sitial privilegiado en la historia de la medicina, pero ya no más ni en la práctica cotidiana ni en el avance del conocimiento. Aunque todavÃa novohispanos en ese entonces, los médicos ya no se conformaban con esa tradición sino extraÃan de ella lo aspectos rescatables y abrevaban clandestinamente en los textos de autores como Cullen, Brown y los creadores de la clÃnica francesa: Bichat, Corvisart y Laennec. La guerra de Independencia puso en relieve la importancia, pertinazmente negada, de la cirugÃa, que pasó a ser parte esencial del arte de curar conforme se aplicó el conocimiento anatómico al tratamiento de heridas y lesiones y se supo que se podÃa extirpar órganos para erradicar las enfermedades. Los desplazamientos de grandes contingentes humanos trajeron consigo la dispersión de epidemias por grandes territorios y la aparición de nuevas formas clÃnicas y patológicas. Del sitio de Cuautla y sus fiebres misteriosas al brote de peste bubónica en Mazatlán, este último ya a principios del siglo XX, y la primera campaña de erradicación de la fiebre amarilla por esos mismos tiempos, marcan un progreso notable en el conocimiento y capacidad de acción. Contraste semejante se observa en el tratamiento de la sÃfilis con pomadas mercuriales, vigente hace 200 años, la aplicación de arsenicales ¡en quirófano!, hace 100, y el manejo actual de antibióticos, con la prácticamente total desaparición de las formas graves de la enfermedad.
2011-02-05 | 738 visitas | Evalua este artÃculo 0 valoraciones
Vol. 48 Núm.1. Enero-Febrero 2010 Pags. 46 Rev Med Inst Mex Seguro Soc 2010; 48(1)