Neoplasias benignas y malignas de cabeza y cuello

Autor: Insinilla Piédrola María del Carmen

Fragmento

Para el paciente que tiene un tumor, no hay nada más importante que oír la palabra “benigno”. En la mayoría de los casos, este diagnóstico puede hacerse con mucha exactitud a partir de criterios clínicos y anatómicos establecidos desde hace mucho tiempo; no obstante, algunos tumores desafían cualquier caracterización fácil, pues ciertos rasgos pueden indicar benignidad y otros, parecidos, malignidad, además de que la concordancia entre el aspecto de una neoplasia y su comportamiento biológico no suele ser estrictamente perfecta, por lo que puede ser necesario recurrir al perfil molecular. Sin embargo, estos problemas no son habituales y en general existen criterios fidedignos para distinguir entre tumores benignos malignos. La distinción puede hacerse a partir de su diferenciación y anaplasia, velocidad de crecimiento, infiltración local y metástasis. Los conceptos de diferenciación y anaplasia se refieren sólo a las células parenquimatosas que constituyen los elementos transformados de las neoplasias. El estroma por el que llega la irrigación es esencial para el crecimiento de los tumores, pero no ayuda a distinguir la benignidad de la malignidad, aunque la cantidad de tejido conjuntivo del estroma sí es responsable de su consistencia pues algunos cánceres inducen la formación de un estroma fibroso abundante y denso (desmoplasia), lo que los torna duros (tumores escirros). Por tanto, la diferenciación de las células parenquimatosas es un signo que indica el grado de parecido morfológico y funcional que guardan con las células de las que proceden.

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2011-02-22   |   2,597 visitas   |   6 valoraciones

Vol. 8 Núm.79. Febrero 2011 Pags. 22-23 Odont Moder 2011; 8(79)