Autor: Fernández Mireles Gabriela
El presente texto fue enviado al correo personal del Dr. Victor Calderón por Gabriela Fernandez Mireles, hija de nuestra querida colega Guadalupe Mireles, me pareció conveniente recordarla a través de los sentimientos de su hija como un homenaje a un año de su muerte. El texto de indudable valor para FeNaSTAC por ser Lupita un miembro que siempre le prodigó incansable trabajo a la federación. A Mamá Sabes a pasado un año ya de tu partida y siento que sigues por ahí dando algún curso y que tan solo no has tenido tiempo de hablar conmigo. Te sigo extrañando y creo que más que ayer, es dura la herida y creo que nunca sanará. Se que si me vieras ahora me dirías –hay ardilla, no me llores así, no quiero ver tus hermosos ojos verdes invadidos de agua– me dirías -sonríe mi chiquita, Yo estoy bien, recuerda que si lloras tanto no podrás ver la belleza de la vida que esta frente a ti. Cuida a tus hermanos no los dejes solos. Y si Mamá o chica, como te decíamos mis hermanos y yo, tu eres el mejor ejemplo de tenacidad, valor y aprecio por la vida, porque todavía en el lecho de tu muerte tenias animo para levantarte y pedir que te abrieran la ventana para disfrutar de un bello amanecer, de tu jardín que con tanto amor sembraste y ese no solo me refiero al de los rosales, higos, geranios que tanto adoraste, sino a toda tu siembra que se veía en cada una de las personas que conociste y en las cuales no hacías otra cosa que dejar amor. Aun recuerdo Mamita querida la última vez que te vi, en aquella tarde en la que llegué con aquel libro en el cual te habían plasmado sus pensamientos muchos de los Doctores y amigos de FeNaSTAC; recuerdo que me pediste que te leyera lo que decían, en muchos de los momentos me fue imposible continuar con la lectura, presa de sentimientos encontrados. Por una parte me invadía la alegría y el orgullo de tener una Madre que hubiera dejado tal aura de destellos en cada uno de ellos, era increíble como no existía uno solo que no contara una historia divertida y de enseñanza compartida a tu lado; por otro lado, sentía rabia de cómo un ser que tenia todavía mucho por dar estuviera apunto de partir. Al terminar de leerte cerré el cuaderno y observe tu rostro, aun no se describirlo, tenias una sonrisa tan tierna una mirada entre melancólica y feliz; Yo sin decir nada solo pude abrazarte y conjugar tus lagrimas y las mías en un acto de amor. Esa misma tarde recordé nuestra platica sobre la eutanasia en la que fervientemente habías defendido el punto de no a esa acción, pues decías que en tu experiencia como médico te habías encontrado con milagros sorprendentes, me decías que ustedes los médicos deben ser ante todo hombres y mujeres de fe que portan con orgullo esa bata blanca que alienta a vivir. Que todos debemos, hasta el ultimo momento, aferrarnos a la vida y disfrutarla aún en el suspiro final, y así lo hiciste tu Mamita, hasta el ultimo momento en el que fue el cura a darte tus santos oleos y confesarte, tu dignidad y tu vanidad te llevó a pedir que te arreglaran, que no podías estas desmaquillada y con un sonriente rostro lo recibiste. Mamita has dejado, y creo que no solo a mí, tantas enseñanzas y estoy segura que como buena maestra hasta el final y aún ahora a un año de tu partida nos sigues enseñando que la vida es una y nunca se repiten los momentos, ni los tiempos, ni las oportunidades, todos ellos son únicos, exclusivos, individuales, especiales e irrepetibles. Recuerdo una de tus reglas de vida que repetías constantemente -sola vine y sola me iré, así que me tengo que amar y querer bien y amar y querer bien a todos los demás-. Mamá no te sientas triste por mí, pero no puedo ni quiero negarlo ¡Te extraño tanto! Mamá me hicieron falta tantos besos, tantos abrazos, tantos cafés que nunca ya tomaremos. Mamá extraño tus llamadas, cuando más te necesitaba solo bastaba con pensarte y ahí estaba tu llamada. Donde estas angelito mío, cuando te volveré a ver... Aunque sabes te veo en el rostro de mi hermano Guichy que es el que me queda mas cerca, cada vez que sonríe o que esta con sus dietas o sus regaños porque subo de peso o porque no me pinto el pelo, se que ahí estas tú. Te siento cada vez que hablo con Pably y me dice como esta Guichy cuídalo no lo dejes solo. Te veo cada amanecer con el sol brillante. Te veo en cada flor que conservo en mi jardín. Te veo con la primera estrella. Te veo en cada clase que doy, cuando trato de hacerlo cada vez mejor. Gracias Mamá ¡GRACIAS MI CHICA! por haberme dado la oportunidad de haber sido tu hija y como te lo dije poco antes de morir -Mamá, si es verdad que una Madre se escoge al nacer. ¡NO DUDES QUE EN CADA VIDA SERAS TU MI MADRE!- Gabriela Fernández Mireles gafernan_mireles@hotmail.com>
2011-06-03 | 1,624 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 1 Núm.3. Junio-Septiembre 2009 Pags. 31 REMESAT 2009; 1(3)