Autor: Cruz Nieto María del Rosario
He llegado a casa después de la jornada de trabajo. Antes visité a una de mis hermanas, compré una comida hecha y ya qué andaba por ahí compre algunas cosas qué no necesitaba. En la fila me topé con un amigo qué hacía años no veía. Me dio su teléfono y lo repetí como cinco veces antes de el “te llamo cualquier día”. Ahora mismo ya no lo recuerdo, así qué supongo qué lo veré en “algún día”, de los siguientes 10 años. Sonrío al escuchar el sonido de la cerradura al abrir la puerta. Que agradable es llegar a casa. A pesar que despotrico de la rutina, de que quisiera una casa más amplia, o qué llego de un viaje transcontinental emocionada, nada reconforta más que llegar a éste lugar tan íntimo y silencioso qué llamo casa. Apago el teléfono. No estoy para nadie. Por este rato no quiero ser mamá, hermana, vecina, asalariada, medico, ni amante. Quiero oír la música qué me gusta en el volumen qué me agrada, qué nadie cierre un libro, ni olisquee en mis jabones. Tampoco quiero preguntar ni responder, solo a mi misma. Quitarme los zapatos, sentir el viento entre los dedos, frotarme el tobillo del dolor de usar sandalias demasiado altas tantas horas, revolver el pelo, quitarme la blusa y sentir como el calor se desprende de la piel, pero sobre todo dejar la apariencia en la acera y dejar de ser correcta, educada, o todo lo qué imaginen que soy y posiblemente no sea. Tomar el jabón, abrir la llave de la regadera y desprender el maquillaje, el polvo, las cremas humectantes y todos los pecados de un día. Luego, con el olor a mandarina persiguiéndome en cada movimiento al dar un giro golpeo el espejo, y es como ver una extraña. El ojo le observa el pelo, si aún sigue tersa la piel, observa la silueta de lado y como el reflejo confirma la firmeza de los senos y las nalgas. Le digo; “Te ves jodida”. Me abrazo y me consuelo. Busco en los recuerdos. Si. Los recuerdos son de viejos es cierto, pero considero que quien tiene muchos es el que ha vivido. Luego la bata y de ahí aquí, a escribir. A escribir. A hablarles, porqué escribir es como hablar. Hablar, aunque todos queremos hablar y pocos sepan escuchar o simplemente no les importe o les parezca irrelevante. A mostrar ésta otra desnudez. Esta desnudez que está bajo el artificio de la ropa, el maquillaje, las medias y los accesorios.. Esta qué esta bajo el animal que sigo siendo bajo la piel. Alojada en el cerebro, ésta parte qué es soez, tierna, malvada, prosaica, alegre, desenfadada, triste y perversa. Mi parte más humana. María del Rosario Cruz Nieto UMF 8 IMSS Castaños, Coahuila mari.cn@hotmail.com
2011-06-03 | 717 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 1 Núm.3. Junio-Septiembre 2009 Pags. 36 REMESAT 2009; 1(3)