El notable y significativo aumento de los embarazos múltiples y sus desfavorables consecuencias

Autor: Ceriani Cernadas José María

Fragmento

En los últimos 30 años, observamos un marcado incremento de embarazos múltiples en todo el mundo, que casi exclusivamente se debe al desarrollo y uso liberal de las técnicas de reproducción asistida (TRA) y en menor proporción al aumento de la edad materna en la concepción. Los procedimientos incluidos incluyen en especial la estimulación ovárica, que produce una ovulación multifolicular, la inseminación intrauterina y la fertilización in vitro (FIV). Esta situación, inédita en la medicina en cuanto a la sustancial modificación en la tasa de un hecho que siempre fue regido por la naturaleza y no por el hombre, produce múltiples e importantes problemas. Sin embargo, los perjuicios no se deben mayormente a las TRA por sí mismas, que sin duda fueron un progreso científico importante y contribuyeron a que miles de familias pudieran procrear, sino al inadecuado uso de dicha tecnología y al evidente riesgo que tiene de generar embarazos múltiples. Su aumento, en especial, gemelares, triples y cuádruples, presenta variaciones importantes entre los países, que principalmente se deben a la implementación de medidas regulatorias por agencias gubernamentales y a su cumplimiento por parte de los profesionales actuantes. Datos del Reino Unido muestran que entre 1970 y 2003 los gemelares aumentaron más de 50% y triples 400%. En EE.UU., en 1999 la tasa de gemelares era de 30 por mil (más de dos veces y mayor a la natural), cifra que se mantenía en 2006 (32 por mil). En este país, entre 1972 y 1999 hubo un enorme incremento, 600% en los triples y 1200% en cuádruples. En 1991 la tasa de triples o más en mujeres con TRA fue 22% y siete años después aumentó a 38.7%. Recordemos que el embarazo triple natural se presenta aproximadamente en uno de cada 3 000 embarazos.

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2011-06-21   |   721 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 109 Núm.3. Mayo-Junio 2011 Pags. 194-195 Arch Argent Pediatr 2011; 109(3)