Reflexiones personales sobre una gran profesión

Autor: Enríquez Cortina Angélica

Fragmento

Ser veterinario es una vocación con la que se nace. Durante mi infancia nunca lo tuve claro; sin embargo, siempre pensé que sería doctora y mi amor por los animales siempre se hizo presente. Estos dos factores hicieron que me decidiera por la combinación perfecta: La medicina veterinaria. Empecé mi carrera desde que pude distinguir la afinidad por la fauna. Recogí perros y gatos; los defendí y atendí cuando eran maltratados, tuve mascotas de todo tipo; todo el tiempo sentí una conexión profunda con los animales y una necesidad imperante de conocer sus comportamientos con la finalidad de aportarles algo positivo y de que me compartieran algo de su alegría. Al día de hoy, no sólo hago de la medicina veterinaria una profesión que mantiene completa mi vida, sino que además me brinda todas las herramientas para vivir con decoro, me sorprende cada día con nuevos casos, me enseña a amar la ternura de unos ojos grandes y expresivos de un perro que llega a consulta, me pone retos cuando llega un paciente crítico o un gato malhumorado; me da la oportunidad de reparar organismos vivos con la destreza de mis manos, me permite relacionarme con la gente, me da apertura para expresar mis ideas y sentimientos, me da la plataforma para transmitir mis conocimientos y difundir el respeto por la vida animal y hace que mi sed de saber sea permanente.

Palabras clave:

2011-07-05   |   848 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 22 Núm.2. Marzo-Abril 2011 Pags. 36 Revista AMMVEPE 2011; 22(2)