Autor: Mateos Gómez José Humberto
Nací en mayo de 1928 en el siglo XX; sin embargo, la Ciudad de México entonces era aún muy siglo XIX, por lo que me tocó vivir los últimos años de esa forma de existencia en mi niñez. En primer lugar la población era de un millón de habitantes, había pocos automóviles y dos compañías telefónicas, pero pocos teléfonos, en la casa un radio que si podíamos usar y dos estaciones de radio XEB y XEW y un radio de ojo mágico que estaba prohibido tocar y en el que según mi papá se oía Europa. En las calles se vendían traídos del lago de Texcoco patos y chichicuilotes; que todos los niños queríamos. La basura la recogían unos carretones tirados por mulas de los cuales sólo ha sobrevivido la expresión de hablar como carretonero. En cuanto a la salud, todos los niños tuvimos las llamadas enfermedades de la infancia, incluyendo la tuberculosis, por lo que los de mi edad tienen su nódulo de Gon. También como en casi todas las familias, mi hermano Víctor Manuel de dos años falleció de deshidratación por diarrea. No existían antibióticos ni sulfas. Alrededor de los ocho años por alguna infección ótica me hicieron, desde luego, sin anestesia una punción de tímpano, que aún recuerdo con horror y me inyectaron rubairlsol, antecesor de las sulfas con el cual se pintaba el cuerpo de rojo.
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2011-07-19 | 680 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 15 Núm.4. Octubre-Diciembre 2010 Pags. 203-204. Arch Neurocien Mex 2010; 15(4)