Desde hace ya cierto tiempo, la Psicología se enmarca en la palestra de las ciencias y en particular de las ciencias humanas. Como es obvio, su objeto de estudio se fue dilucidando, desde épocas tempranas, hacia los procesos psíquicos, fenómenos que a su vez no devienen solos, no se fraguan en el vacío. Responden a los correlatos fisiológicos presentes universalmente en cualquier humano, pero también a los azares y condicionantes del entorno social y cultural y, por supuesto, al devenir histórico. En un inicio, la Psicología tomó el legado de las ciencias naturales y el modelo de intervención médica, constituyéndose así este en el modelo por excelencia de sus búsquedas y aplicaciones. De esta manera, la Psicología definió un objeto de estudio, empezó a construir unos métodos de trabajo y fue argumentando un conjunto de teorías con la intención de consolidarse entre las ciencias. Por ello, invitó a que los investigadores practicaran la objetividad, promulgaran el control riguroso de variables, formularan modelos matemáticos para el manejo de los resultados y, lo más importante para su empeño epistemológico, establecieran predicciones como producto de observaciones rigurosas precedentes. Sin duda, tales elementos condujeron a la Psicología a avances importantes y significativos. La comprensión de los fenómenos perceptivos, la explicación de la forma como las personas adquieren nuevos repertorios de conducta, las medidas de las diferencias individuales, la medición del factor de inteligencia general, los procesos de memorización y de atención, la medición del desarrollo infantil, la conceptualización y medición de las actitudes y muchos otros fenómenos son el resultado de la ciencia psicológica, entendiendo este quehacer como un proceso empírico, racional, objetivo y controlado.
2011-08-19 | 385 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 11 Núm.20. Noviembre-Noviembre 2008 Pags. 93-96 Psicogente 2008; 11(20)