Las frutas son un don de Dios y su variedad un regalo inapreciable. No he dejado jamás de sorprenderme al ver esparcidas en la naturaleza las dulces mandarinas, los copos de nieve y de miel de las guanábanas, el sabor incomparable de los bananos, el azucarado líquido de la esponjosa piña, la polvorienta y sin igual algarroba, la insípida pero enviciadora guama, el sabor a flor de las pomas. Y es que las frutas tropicales -de las cuales he elaborado esta pequeña lista- literalmente nos atacan con sus agresivos sabores que se anuncian siempre - por su penetrancia- de esos olores inconfundibles que permiten al hombre en esa sublime conjunción olor-sabor disfrutar de esas dádivas fabricadas por Dios con tanto esmero. Nuestra obra pictórica de hoy -Bodegón con mangos- nos trae precisamente una de las más llamativas frutas del trópico, tal vez de la que mayor variedad existe, y el artista acomoda juntos varios de ellos para conformar este hermoso bodegón. Están dibujados con delicadeza y colocados sobre un lino blanco, lo cual permite que los tímidos mangos del primer plano se sonrojen. Todo el conjunto protegido hacia atrás por otro prodigio de la naturaleza: un gajo de hojas verdes.
2011-11-09 | 630 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 25 Núm.2. Julio-Diciembre 2006 Pags. 119-121 Med UPB 2006; 25(2)