La categoría de prehipertensión arterial, cifras inferiores a 140/90 mmHg y superiores a 120/80 mmHg, es sugerida en 1939 por las agencias de seguros de vida, al constatar que esas cifras aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión, enfermedad cardiovascular y muerte prematura de causa cardiovascular. En el 2003, el JNC-7 retoma este término al clasificar la hipertensión arterial. Estudios epidemiológicos sitúan la prevalencia en los alrededores del 30% en población adulta y que progresa a HTA establecida en el 19% de los casos, cada 4 años. Es frecuente la asociación a algún factor de riesgo de enfermedad cardiovascular (en personas > 65 años en un 42% vs. 27% en los que poseen presión normal). Por su alta prevalencia, la asociación a otros factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y el aumento de la morbilidad y la mortalidad por estas enfermedades, en comparación con sujetos con presión arterial “óptima”, se considera la prehipertensión arterial como un importante problema de salud. Múltiples estudios sustentan la necesidad de conocer con exactitud su prevalencia e incidencia, así como, su tratamiento con estilos de vida sanos, y en los casos con alto riesgo de enfermedad vascular (diabéticos, enfermedad renal crónica, proteinuria, cardiopatía y dislipidemias), con fármacos antihipertensivos. Los objetivos del tratamiento están basados en: reducir las cifras de presión arterial lo más próximo posible a las cifras óptimas (< 120/80 mmHg) y controlar los factores de riesgo global de enfermedades cardiovasculares. Los logros esperados con esta estrategia son: disminuir las cifras de presión arterial, disminuir el desarrollo de hipertensión o prolongar su aparición, evitar el riesgo de daño en órgano diana, el número de enfermedades cardiovasculares y obtener impacto socioeconómico, sustancial, en la salud pública. Sin embargo, existen múltiples interrogantes, pues faltan evidencias de la utilidad de tratarla.
Palabras clave: Prehipertensión arterial.
2011-11-25 | 1,030 visitas | 2 valoraciones
Vol. 50 Núm.3. Julio-Septiembre 2011 Pags. Rev Cubana Med 2011; 50(3)