Mueren los que tienen que morir

Autor: Rodríguez Ortiz Imelda Ana

Fragmento

Es intención del presente escrito compartir algunas reflexiones en torno de la muerte del ser humano, que, por su condición social, siempre representa alguien, un ser con vínculos y formas de estar en la vida con los otros. La muerte, entendida como suceso trágico incontrovertible para la experiencia moral de las personas, como suceso que irrumpe en la vida cotidiana con el desarreglo de emociones en las relaciones comunes que han perdido a un interlocutor. La muerte fisiológica es algo más que un hecho concreto, es como un acto de fijación, de congelamiento de una relación humana que ahora empieza por el final. El que ha muerto ya no responde a la proximidad de los cuerpos, de las voces, de los movimientos y, sin embargo, su no-presencia nos invade de pensamientos y sensaciones corpóreas. Entre los componentes más sólidos de la cultura occidental, de la cual somos herederos, existe la noción de lo trágico que en su sentido más puro significa: situación límite de la experiencia humana que trasciende al hombre como una enseñanza. La muerte es una de esas situaciones de la condición humana de la cual nos hacemos conscientes, le asignamos valor y a su alrededor nos situamos para tratar de comprenderla, para intentar trascenderla. En este contexto, es posible afirmar que la muerte de alguien que es cercano a mí, constituye un acontecimiento trágico porque hace presente el conflicto humano del sufrimiento por la muerte, aun cuando la muerte haya sido convocada, decidida o asumida; aun cuando, a favor de calmar dolores o sufrimientos, se procure la muerte asistida o se acuda a cualquier otra decisión desde el individuo o sobre el individuo.

Palabras clave: Muerte

2002-11-24   |   2,077 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 54 Núm.2. Marzo-Abril 2002 Pags. 169-180 Rev Invest Clin 2002; 54(2)