Fragmento

Es nuestro deber, que el sistema de salud entienda las bondades que gana una comunidad cuando previene las enfermedades; mejora su calidad de vida, evita discapacidades físicas y mentales que afecten su capacidad cognitiva, es decir, pueden entender mejor el mundo y por tanto ser independientes. Una comunidad saludable, no tiene que gastar dinero en medicamentos, dinero que necesitan para comprar alimentos, pagar el arriendo, los servicios públicos y la educación, incluso, pueden invertir en diversión, porque la diversión es una inversión necesaria. Cuando se pierde la capacidad de reír, es porque ya no recordamos la época más feliz de nuestras vidas, o al menos de la mía, la infancia, cuando nuestra única obligación era tender la cama y cepillarnos los dientes, y si no reíamos, se preguntaban si estábamos enfermos. Es nuestro deber, hacerle entender a la sociedad que la violencia sólo conduce al caos, que vivir es un buen negocio en el que todos ganamos. Tenemos que demostrar, por medio de investigación científica, no de retórica, que una sociedad que pierde absurdamente a sus jóvenes, está perdiendo años de vida potenciales, que se reflejan económicamente en ingresos que dejan de llegar a sus familias, las cuales en muchas ocasiones dependían sólo de ese ingreso. Asimismo, no habría forma de determinar el aporte que ellos pudieron haber hecho en su campo. Eso sin contar el dolor de sus deudos, no hay forma de calcular las lágrimas que este país ha derramado sin cesar durante más de 60 años, por culpa de una violencia que heredamos, no la inventamos nosotros, pero es que uno también tiene el derecho a prescindir de la herencia; esto último implica más esfuerzo, pero créanme, vale la pena intentarlo.

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2012-03-07   |   322 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 10 Núm.17. Septiembre-Abril 2008 Pags. 3-5 Invandina 2008; 10(17)