De Pastor Oropeza a nuestros días...

Autores: Marcano L Juan Eduardo, Sánchez Aguilar Magdalena

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La situación actual de la formación pediátrica en Venezuela dista mucho de un pasado que inició aproximadamente en 1937 y fue consolidándose en el tiempo, alcanzando en las últimas décadas un elevado nivel profesional y una sana competitividad para optar a la especialidad. A pesar de significativos avances en el diseño curricular, modificación de los modelos organizativos, acceso a la información y dinámicos sistemas de evaluación, hoy nuestras aulas de clase y salas de emergencia y hospitalización carecen de residentes. La convocatoria de concursos para formación de especialistas de postgrado que realizan las universidades nacionales tiene en el ausentismo una marca. No hay médicos, y la demanda asistencial se incrementa en el marco de un sistema deficiente. En oportunidades se han requerido hasta tres llamados a concurso, y ello ha sido insuficiente para cubrir los cargos vacantes. Los médicos suelen ser blanco de ataques, carecen de medios adecuados para laborar y subsistir; la inseguridad de las ciudades y hospitales, sumada a la falta de insumos médicos e insuficiente remuneración, han disparado la deserción de los postgrados y la migración de médicos venezolanos a otros países. En los últimos años, más de 2.000 médicos se han marchado del país en busca de un futuro mejor y un destino más seguro. Otros incluso abandonan la práctica pública o cambian de oficio. Estas migraciones están representadas en un número significativo por pediatras. El cierre completo o parcial de postgrados y servicios médicos por falta de residentes y especialistas ya no es novedad, es cotidianidad. Nuestra profesión y especialidad atraviesan un momento duro; los hospitales sin personal médico y de enfermería son solo estructuras vacías, sin función ni razón. Las sociedades científicas han construido alianzas y desarrollado programas para fortalecer la educación médica y asistir a la población; pero ello no sustituye ni equipara el contingente profesional que nuestra Alma Mater solía formar. Existe una responsabilidad social ineludible con los niños, niñas y adolescentes que, paciente o impacientemente, esperan y requieren asistencia sanitaria. En el marco de la reciente modificación de la ley del ejercicio de la medicina, invitamos a una reflexión profunda, recordando la consciente responsabilidad individual de este noble oficio, el cual debemos desempeñar con mentes lúcidas y manos hábiles. Juan Marcano L. Magdalena Sánchez A

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2012-04-11   |   589 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 74 Núm.2. Abril-Junio 2011 Pags. 53 Arch Venez Pueri Pediatr 2011; 74(2)