Fragmento

Pocas entidades en pediatría, especialmente en gastroenterología, nutrición y cirugía pediátrica, representan un importante y significativo reto de tratamiento como el del niño con síndrome de intestino corto (SIC) a consecuencia de una resección quirúrgica. La historia empieza con el problema del cirujano pediatra que debe operar a un niño con un evento que puede ser catastrófico e incluso fatal si no se realiza una resección. Sigue con el gastroenterólogo y nutriólogo quienes enfrentan el problema de alimentar o nutrir a un niño cuyo intestino tiene una superficie anatómica y funcional muy reducida, lo que causa malabosorción de agua, electrólitos, y nutrimentos: proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Independientemente de lo anterior, el SIC es un modelo que permite al médico poner en juego todos sus conocimientos de anatomía y fisiología del tubo digestivo. El síndrome de intestino corto reúne las alteraciones funcionales debidas a la gran reducción de la longitud del intestino, lo cual, sin tratamiento adecuado, conduce a la diarrea crónica, a la malabsorción, deshidratación crónica, desnutrición, pérdida de peso, falla para crecer, todo ello debido a la deficiencia de nutrimentos y electrólitos. La adaptación intestinal y las complicaciones nutricionales, metabólicas e infecciosas en el SIC dependen de la longitud de la porción del intestino resecado, y de la del remanente. Hay un mayor número de complicaciones cuando se han dejado sólo menos del 80% de intestino delgado y aún más si se ha resecado la válvula ileocecal y el colon. El apoyo nutricional juega un papel fundamental en la sobrevida de estos pacientes y en casos donde el trasplante intestinal sea necesario.

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2012-05-08   |   1,014 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 33 Núm.2. Marzo-Abril 2012 Pags. 94-97 Acta Pediatr Méx 2012; 33(2)