Autor: Garofalo Florencio B.
La edad del hombre es como una pirámide trun cada: su fase ascendente es la del crecimiento, de la incorporación de ideas, aprendizaje y conocimiento, donde todo es novedad y todo tiene su aspecto positivo. Luego, la fase del plateau, plena de senderos entrecruzados: el camino de los afectos, el más importante y trascendente de todos, que no siempre se recorre en su plenitud; el sendero del placer, el de la ternura, el del trabajo, junto con otros trayectos más oscuros, el de la mentira, la indolencia, la codicia y la represión, se cruzan y entrecruzan en esta meseta de nuestra vida que, sin darnos cuenta, los recorremos y volvemos a ellos en un permanente corsi e ricorsi del que no emergeremos jamás. En esta fase de la meseta es cuando la arcilla que nos modeló se endurece progresivamente con el devenir de los años: nos volvemos rígidos, desapasionados, prevenidos, seguramente desencantados. Pero algunos hombres, muy pocos, aquellos afortunados que han vibrado emocionalmente y se han comprometido con ideales y con ideas, resuelven compartir sus conocimientos y experiencias con el resto. Son una suerte de optimistas sin freno, y por todo ello, merecedores de admiración y respeto.
2012-05-30 | 331 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 33 Núm.3. Julio-Septiembre 2004 Pags. 393-394 Rev Fed Arg Cardiol 2004; 33(3)