El oro es triste

Autor: Corella Hurtado José María

Fragmento

Esas narraciones eran las mismas cantaletas de mis abuelos, de mis tíos, de los negros y los mineros, contadas bajo las torrenciales noches de lluvia o bajo los indignos soles. Mi madre también relataba de memoria, como una cotorra y con la misma exactitud mientras realizaba los oficios domésticos, bien sean los de la barraca del puerto de Barbacoas o los de la casa de Pasto. Los barbacoanos de esa lejana generación, debieron soportar los recuerdos nefastos de la historia enquistada con dolor porque crecieron coreando episodios con la misma y sorprendente precisión. Era, es y será por siempre, una carcoma dolorosa y perseverante, aquello de la draga. Es que lo sucedido en Barbacoas no debe olvidarse y menos repetirse. Esos sucesos me comprometían de alguna manera; vividos unos en carne propia y a oídas otros que mezclaban el dolor que caus6 a los paisanos la pobreza en que quedaron.

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2012-06-19   |   594 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 34 Núm.1. Enero-Marzo 2012 Pags. 70-73 Medicina Ac. Col. 2012; 34(1)