Lo complejo de hablar bien

Autor: Barreras Salcedo José Ignacio

Fragmento

Hoy en día, con tanta especialización en las diferentes áreas del conocimiento, es común que los medios de comunicación publiquen opiniones de diversos actores sociales que ya no sabemos si se expresan con elocuencia o nos confunden con la complejidad de los conceptos que utilizan. Es cosa de todos los días oírlos hablar y escuchar sus mensajes con palabras en un rango más profesional y, por ello, más alejadas del habla cotidiana de los sectores populares a los que se dirigen. Al analizar sus expresiones se advierten modificaciones en el lenguaje y en los términos utilizados para dirigirse a la población o a la comunidad en la que viven o desarrollan su trabajo. Es así como ahora, en diversos ámbitos de participación social, escuchamos términos derivados, por ejemplo, de conceptos específicos de áreas de la salud como los bioquímicos, médicos y, particularmente, hasta del propio sistema circulatorio. Será, tal vez, que quienes los emiten tratan de ser más elocuentes con sus mensajes o, más bien, con el análisis que plantean, pero lo cierto es que lo complican más todavía para el pensamiento no especializado de la población a la que lo dirigen. Por eso es que aparecen muchos escenarios en los que abundan actores políticos, líderes sociales, analistas de opinión y comunicadores a los que para entender lo que dicen sus oyentes, comunes y corrientes, requieren del conocimiento de maestrías, diplomados o ya de pérdida, unos talleres de lingüística en el área de la medicina. Y es que si quienes estructuran estos discursos los emitieran entre los pares su propio saber, no tendríamos ningún problema; pero lo lamentable del caso es que, varios de ellos, estoy seguro de que ni siquiera conocen la terminología que incluyen en sus bonitos apantalladores discursos de campaña o de gobierno. Para explicarnos mejor, veamos algunos ejemplos.

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2012-06-29   |   713 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 6 Núm.1. Enero-Marzo 2012 Pags. 3-4 Arch Salud Sin 2012; 6(1)