Autor: Karchmer Krivitzky Samuel
Creo firmemente que el México moderno exige la incorporación de millones de compatriotas al proceso productivo. Necesitamos sacudirlos, gritarles a la cara: ¡despierta! la esclavitud y la Colonia terminaron hace 200 años. Debemos despertar: no hay mañana ni eternidad, ni cielo ni infierno y, por el contrario, sí hay hambre, hay miseria e ignorancia y mucha, mucha energía desperdiciada de millones de mexicanos que podrían construir otro país en un par de décadas. ¿A dónde va un país en estado amnésico? ¿A dónde va un país que identifica el origen de la injusticia, de la pobreza y de la insalubridad, y se resigna rezando para ganarse una paz eterna? Es imperativo despertarnos de este sueño narcotizado, de este letargo mental, de esa sonámbula resignación. Si pudiéramos convencerlos de las infamias del conformismo. Se ha dicho que si el ocio fuera un pecado capital en México, si la miseria fuera una causal de excomunión, tendríamos otro país. Entre el que no se pudo, no se supo o no se quiso se nos está yendo la vida. Para muestra basta un botón: En 1976, probablemente algunos de mis lectores no habían nacido, el dólar americano nos costaba en pesos mexicanos una milésima parte que hoy. Dicho de otro modo, nuestro peso ha perdido mil veces su valor en los últimos 35 años (recuerden la magia de los tres ceros). Fue el «populista» Luis Echeverría quien mordió la manzana por la que fuimos expulsados del paraíso de 12.50 pesos «fijos» por dólar. Y de ahí «pal-real», cada sexenio ha culminado con el consabido, no se supo o no se quiso.
2012-08-01 | 438 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 20 Núm.5. Septiembre-Octubre 2011 Pags. 131-133 Psiquis 2011; 20(5)