Fragmento

La llamada “salud mental”, más que nunca es una interrogante, en primer lugar en función de la definición de dicho término. En términos generales, podemos decir que la salud mental se refiere al equilibrio entre una persona y su entorno socio-cultural, es algo a lo que se aspira considerando que el término, en cuanto a salud, es muy desafortunado por ser más filosófico que médico, aunque no por esto deja de ser real. Desde el invento de la estadística que, por cierto, se considera uno de los diez logros más importantes de la medicina en el último milenio, una persona sana o enferma va de acuerdo con lo que la mayoría dice, lo cual es muy cuestionable y nos recuerda al Mundo feliz de Aldous Huxley, o bien a la obra de Ray Bradbury Farenheit 451 en donde ciertamente la mayoría enajenada aniquila la individualidad. Por otro lado, el neoliberalismo desalmado exalta los valores individuales que son privilegio de unos cuantos: muy pocos hacen sufrir a muchos; y a la historia contemporánea nos remitimos. Eduardo Galeano, en su obra El mundo al revés, con su característico estilo de relatorías breves de lo cotidiano nos presenta infinidad de ejemplos en la que nos vemos reflejados en esta pérdida de identidad. Por ejemplo, la nacionalidad está dada por donde nacimos o de donde venimos, o en la transnacional en que trabajamos: soy hijo de españoles, descendiente de sonorenses y de gente nacida en Ciudad Juárez; me eduqué en una escuela estadounidense, estudié en la UNAM y me posgradué en EUA, en México y en Canadá; ejercí desde la Selva Lacandona hasta hospitales ingleses. Entonces, ¿quién soy? Tengo varias nacionalidades y una nieta mexicana-suiza-francesa-española; ¿esto nos hace “globales” o esquizofrénicos? Porque ciertamente el elemento cultural con su relativismo nos identifica con un lugar, una familia y una nación en principio.

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2012-08-14   |   719 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 13 Núm.3. Mayo-Junio 2012 Pags. 168-169 Rev Mex Neuroci 2012; 13(3)